El club de medianoche by Lorena Franco

El club de medianoche by Lorena Franco

autor:Lorena Franco [Franco, Lorena]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2018-07-01T22:00:00+00:00


De todo lo que la célebre y rebelde cantante Édith Piaf dijo en vida, llegué a sentirme identificada con la siguiente frase: «Tengo demasiadas cosas malas dentro, y esas cosas malas nunca las siento cuando tú estás ahí».

Mateo era un capítulo reciente en la historia de mi vida. También era reciente la sensación de ser una miserable por haberlo abandonado sin dejar claro que era una decisión poco pensada, aunque sí definitiva. Siempre fui una cobarde en esto del amor; sin embargo, mis remordimientos desaparecían a medianoche, cuando visitaba 1920, y, especialmente, en el momento en que veía a Whitman. Solo entonces, todo lo malo que habitaba en mí desaparecía. Mi vida entera se esfumaba, como si ahí, con esas personas que no me juzgaban, pudiera empezar de cero. Comencé a creer que la ausencia intensifica el amor y ese era el motivo por el que no podía dejar de pensar en ese hombre del pasado que había puesto mi mundo patas arriba. Estaba constantemente metido en mi cabeza. Él era la persona que había creado de la nada el mundo en el que me despertaba cada mañana: la librería Le club de minuit.

¿Cómo olvidarlo?

¿Cómo pasar página a una historia así?

A veces, me daba por visualizar a Mateo en nuestra casa, cabizbajo, sentado en la cama, en el mismo sitio donde terminé con todo, pensando en si sería buena idea enviarme un mensaje o llamarme solo para escuchar mi voz. No había vuelto a saber nada de él desde que le mandé la fotografía del club de lectura. «Ojalá haya encontrado a alguien mejor», pensaba tras el mostrador, aburrida, esperando a que algún cliente entrara por la puerta.

Las horas transcurrían con pesadez. Horas muertas. El sol de París era demasiado resplandeciente como para preferir encerrarse en viejos locales. Limpiaba tres innecesarias veces al día; no había casi nada que hacer para mantenerme ocupada, y que el tiempo transcurriera más deprisa. Contemplaba con lástima los libros, los ojeaba, leía algunas páginas, y, con el ordenador portátil abierto y una hoja Word en blanco, trataba de plasmar frases que borraba al instante por el poco sentido que tenían. Igual que hacía Carmen Laforet, estrella rutilante de las letras españolas de la posguerra y ganadora a los veintitrés años del Premio Nadal con su obra Nada, escribía y rompía debido a la inseguridad que no lograba vencer.

Llamé en varias ocasiones a mi abuela, pero no contestó. No porque estuviera enfadada conmigo igual que mi madre, sino porque la pobre no se aclaraba con el teléfono y de cada diez llamadas cogía una. Mala estadística. Necesitaba una voz amiga que me dijera que no estaba loca. Que todo era real. Necesitaba que Corinne Whitman apareciera en el momento menos pensado por la librería para saber cómo iba todo. Que me confirmara que en la habitación había una puerta que de doce a tres de la madrugada conducía a un pasado que ella también vio, decidiendo no involucrarse como lo había hecho yo o el escritor suizo en 2011.



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